(Versión original subtitulada)
Dir. Cesc Gay


Existen momentos en la vida de las personas, de todas sin excepción, en los que, casi siempre de manera repentina, una imagen vista como por casualidad tras la marquesina de un escaparate, o el acento de alguien que alcanza oídos nuestros , o el aroma embriagador de quien se cruza con nosotros al pretender cambiar de acera, cualquiera de estas situaciones decía, pueden en según que circunstancias, retrotraernos a un pasado casi siempre añorado sólo por el antojo de nuestra caprichosa mente. Y es entonces cuando decimos hacia nuestros adentros (porque nunca es sencillo contar estas extrañas coincidencias del destino a un extraño sin que éste piense que quizás debieras medicarte) que hemos tenido/sufrido/padecido un deja’vi.

Y esa sensación que palidece el alma es la que puede el espectador llegar a sentir a medida que va transcurriendo la película de Cesc Gay. Con ella puede que en nuestra mente aterricen aquellas muñecas rusas que una tras otra iban engordando el ego de la mayor a modo de guardián protector, aquel preciado souvenir proveniente de la Rusia exsoviética. Una muñeca dentro de otra muñeca es un símil muy bien traído para referenciar la película protagonizada por Paul Berrondo y Agata Roca, y una película dentro de una película es un canto al atrevimiento sin complacencia, una oda al cautiverio de lo cotidiano.

Cuenta el director en ella la historia de dos parejas con sentimientos encontrados, de disputas que deterioran al individuo y destruyen al tiempo la dualidad construida. Rueda el apagar de las luces y el amanecer al alba, y también las tormentas que arrecian con fuerza cuando los caminos de dos personas empiezan a distanciarse. Rueda el amor fácilmente confundible con la estima.

Y lo hace en escenarios de cartón piedra construidos para la ocasión. Ese dualismo del que hablábamos se hace tangible también en la construcción de los planos que conforman el paisaje de la película. Marcado en el guión, el cambio de ritmo no es apreciado por el espectador cuando la claqueta marca el final de la ficción, porque no es ficción lo que se está rodando, es el día a día de unos actores que antes, durante y también después, son, sobre todas las cosas, personas de carne y hueso. Y puede que en eso radique la desdicha del film, en que esa originalidad nunca antes vista, no se alinee con una historia que le siga a la zaga, en la que recaiga el peso de la trama a partes iguales y que culmine con el acierto de pensar que una trama original fue rodada de original manera. Así que nos quedamos sólo con lo segundo que, aunque si bien puede que valga el precio de una entrada, puede que no el de más de diez.

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