(Déjame entrar)
Dir. Tomas Alfredson
Una compungida dama de rostro pálido es quien muchas veces pone rostro al misterio de la noche. Nos acecha para incomodarnos si el silencio la acompaña y si además nota barruntar nuestras fobias a la vera nuestra.

Son sensaciones que vivimos en la infancia con intensidad al ir descubriendo aspectos de la vida que nadie antes nos contó y con los que intentamos mantener prudencial distancia cuando la adolescencia ya pasó.

Y de vez en cuando reaparecen.

Porque, una vez cortada por la doblez la entrada y acomodados ya en nuestras butacas, si es la última película del director sueco la que se nos presenta en la pantalla, nuestras sensaciones serán de nuevo las mismas que las de aquel mancebo soñador.

Y desde el principio de la película.

Lo que el director rueda con cruel pragmatismo es una hermosa parábola de la encarnación humana del mal, de esa siniestra criatura vampiresca que tantos mitos protagonizó, y lo hace con plomo en los pies, como nadie antes lo había siquiera imaginado.

Pero no es una película de vampiros al uso, nada más lejos. Se ruedan miedos, sospechas, miserias y conmociones y se envuelve todo en fría elegancia con el fin de ahuyentar los conocidos prejuicios del espectador hacia este tipo de narraciones. Y funciona.

Funciona en gran parte porque los actores (Kare Hedebrant, Lina Leandersson) llevan a cabo una soberbia interpretación de sosegada dicción y mirada siempre cercana, no dando tregua al espectador ni permitiendo nunca el distanciamiento con la historia que ellos intentan transmitir.

Como hacía mucho tiempo que nadie se tomaba en serio el género, hoy nos acostamos ilusionados con la senda que marca este punto de inflexión. Y lo agradecemos.

Página web oficial:
http://www.lettherightoneinmovie.com