Dir. Henry Selick

Se apagan las luces y por un instante se hace el silencio en la sala. Y ese silencio, por raro que parezca, se puede palpar, se escucha. Y esa ausencia de revuelo es sintomática de que la película que se proyecta no tiene como público a los más pequeños.

Cierto es que muchas de las películas que normalmente vemos de dibujos animados o animadas por ordenador, tienen intrínsecamente un fin claro, un objetivo en común, y es el de cargar de ideales, de sólidos cimientos a quienes a diario cargan su mochila de inocencia, y la arrastran del colegio a casa varias veces por semana.

Pero no es eso lo que ocurre con la película de Henry Selick. Al contrario de lo que se pudiera esperar, “Los mundos de Coraline” encierra tras de si algo aterrador a ojos de cualquier adulto, un súbito engaño de cimientos débiles, una paradoja difícilmente asumible, un puntapié a destiempo, metáfora perfecta de la infancia que jamás quisimos abandonar.

Coraline es una niña que, arrastrada por la inquietud e imantada por lo extraño, descubre tras una puerta el color de su vida gris, fantasías reales de su universo soñado, sabores, fragancias y elegantes formas que conforman una realidad hasta ese momento añorada.

No son ojos los que la observan desde esa platea mágica, sino botones cosidos de irrealidad y engaño que apresuran a vislumbrar cuan real es ese mundo loco.

Esta colorida metáfora, visualmente sin fisuras, parafrasea el universo infantil de los sueños y retratos como pocas veces se ha visto, y lo hace fusionando valores tradicionales con la veleidad del cambio y es en ese camino donde topa el director con un universo nunca antes explorado.

Hasta la nostalgia siempre.

Página Web Oficial:

http://coraline.com