(Tres días con la familia)
Dir. Marc Coll


Hay momentos en la vida de cualquier persona que son difíciles de digerir, de soportar, siquiera de asimilar con pundonor. Momentos en los que un alud de sensaciones te embriagan a cada paso y un nudo en la garganta te impide respirar pausado, te limita los movimientos, te obliga a no dormir.

Puede que una mano amiga, una caricia que a camino está entre la embriaguez y el hechizo, un suspiro huérfano, nos hagan ahuyentar los miedos que nos agarrotan, en momentos tales, el alma.

Pero esa mano amiga, esa caricia que resbala, ese suspiro resignado no son el objetivo del objetivo que la directora quiso captar con su cámara, el propósito de su película, ni en la lejanía.
Lo que en ella muestra es la ausencia de esa compasión pusilánime, del hombro sobre el que llorar, del último clavo con el que sostenerse vivo. Rueda un nudo en la garganta, la incomprensión del incomprendido, la receta del desvarío, el llanto más cruel, la desdicha.

La excusa para rodar este largo es la muerte del abuelo de la protagonista, motivo por el cual la familia se verá obligada a estar unida en esos días para así honrar al difunto. Los tapujos que esconde la solemnidad de un acto como este, chocan de frente con la impronta de quien protagoniza el film, la bella Léa (Nausicaa Bonínn), una chica de personalidad arrolladora que con decoro, intentará hacer sombra a esa aburguesada hipocresía que aliña la vida de los descendientes del patriarca muerto.

Se mueve muy bien en esas turbias aguas la jovencísima directora Marc Coll, al son que marca la levedad del ser, la fragilidad de este mundo cruel que arrastra y causa dolor. Y lo entendió a las mil maravillas Eduard Fernández, quien en este papel recuerda un poco al que vimos a las órdenes de Cesc Gay en “Ficció”, e igual de bien lo entendió Philippine Leroy-Beaulieu, tan cercana siempre.

Por lo bien que hemos visto moverse a la directora en estas lides, seguiremos sus pasos atentos.

Página web oficial:
http://www.tresdiasconlafamilia.com/